Las noticias que llegan desde El Salvador, gobernado por Nayib Bukele, plantean grandes interrogantes. Por un lado, importantes organizaciones no gubernamentales denuncian violaciones de los derechos humanos, el desmantelamiento de las instituciones democráticas, la reducción cada vez mayor del espacio público y el cercenamiento de la libertad de prensa y de expresión. Decenas de periodistas han tenido que exiliarse por ser críticos del gobierno, 40 de ellos solo en junio de 2025.
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Por el otro lado, como consecuencia de las medidas de Bukele, se registra una reducción drástica de la violencia y los homicidios cometidos por pandillas, lo que va acompañado de detenciones arbitrarias, abusos en las cárceles y juicios sin garantías.
Un fallo de la Corte Suprema de 2021, con jueces cercanos a Bukele gracias a una reforma hecha por la Asamblea Legislativa, permitió que el presidente ganara un segundo mandato en febrero de 2025, transgrediendo así las normas constitucionales que prohíben una reelección inmediata.
Expertos y expertas, académicos y periodistas salvadoreños en el exilio entrevistados por DW, cuyos nombres (que son de conocimiento de esta redacción) no se mencionan aquí por estar en riesgo su seguridad y la de sus familias, analizaron este panorama y respondieron a por qué, a pesar de todo, un gran sector de la sociedad de El Salvador sigue apoyando a Nayib Bukele.
Explicar la contradicción salvadoreña
La sociedad salvadoreña se mueve en burbujas de información muy contradictorias entre sí, dijeron. A pesar del autoritarismo creciente, la gente piensa que está viviendo en democracia.
Esto se ve confirmado por la encuesta más reciente del Instituto Universitario de Opinión Pública (Iudop) de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA): nueve de cada diez personas dicen que es muy importante respetar la Constitución y consideran que están construyendo una democracia en El Salvador.
Al mismo tiempo, casi cinco de cada 10 personas (48,3 %) afirman que, si se critica al presidente Bukele, hay consecuencias, según la gran mayoría, la cárcel. Pero también responden que el gran logro de Bukele es el combate a la delincuencia (66 %).
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Pérdidas constitucionales de derechos para mantener una seguridad con la contención de las pandillas, parece ser la explicación. Un 37 % no ve ningún fallo en este sexto año de gestión. “Es un presidente que pone orden con mano dura”, es el resumen que hace un 54,3 %.
El “presidente cool” elegido por Dios
Bukele ha apostado a la comunicación como su gran herramienta de control político, explican los expertos. La “relación de seducción” que construyó se basa en al menos cuatro elementos: Bukele es, según el discurso oficial, un joven puro, un Jesús enviado por Dios para salvar a la sociedad salvadoreña de la violencia y el caos que sufre desde la firma de los acuerdos de paz.
Ese discurso religioso ha sido muy consecuente y ha permeado a la sociedad de El Salvador, profundamente creyente. Además, con una religiosidad muy pentecostal, es decir, apelando intensivamente a las emociones.
Otro de los aspectos es la recuperación de la arraigada narrativa militarista, dicen los analistas, con alusiones a los héroes de la patria, a un supuesto patriotismo. Y sus concesiones al Ejército hacen que pueda mantenerse en el poder, subrayan.
De modo similar a gobiernos con modelos populistas ultra neoliberales de derecha y de mano dura, como, por ejemplo, el de Javier Milei en Argentina, Bukele recurre a una narrativa pop, y ya no se dirige a ciudadanos, sino a fans, a través de youtubers influyentes, como el influencer mexicano Luisito Comunica, o de figuras del espectáculo, como el rapero puertorriqueño Residente, de Calle 13, clave para su estrategia.
Los expertos sostienen que se trata de un autoritarismo con el discurso de “no ser de izquierda ni de derecha, porque eso es el pasado”. Esa narrativa distractoria y confusa, que pretende ser disruptiva, promete una nueva política, llegada de lo divino, pura y sin corrupción: “Soy simplemente una persona cool que quiere que su nación progrese”, sería el lema. Un modelo de extrema derecha que va de la mano con el proyecto MAGA de Donald Trump, por ejemplo. Un factor fundamental es el silenciamiento de la oposición.
Asimismo, la imagen de Bukele como gobernante aceptado por las masas, impulsada, entre otras, por encuestadoras como Gallup, que, según los expertos, tiene vínculos de asesoría del presidente, es un hecho ficticio, sin fundamento, parte de la estrategia para mantenerlo en el poder.
Pobreza y recortes en educación y salud
En la economía de 6,3 millones de habitantes, que depende del comercio con Estados Unidos y las remesas, el producto interno bruto (PIB) creció a una tasa anual promedio del 2,1 % entre 2000 y 2023, según el Banco Mundial.
Sin embargo, y a pesar del aumento de la confianza de los mercados por las medidas de Bukele, la pobreza aumentó de 26,8 % a 30,3 % entre 2019 y 2023, según cifras oficiales citadas por el Banco Mundial. Y para un 39 % de los encuestados, el principal problema es la economía. Pero para un 40,2 %, la situación económica ha mejorado en líneas generales. El cierre de escuelas públicas y de centros de salud está afectando a la población, según un 57 %.
Según dicho sondeo, ocho de cada 10 personas tienen esperanza y creen que El Salvador estará cada vez mejor en los próximos cinco años. Aunque “hay gran desesperación en relación con el presente”, indican los expertos. También ocho de cada 10 personas afirmaron que reducen sus alimentos y que sus ingresos no alcanzan para cubrir sus necesidades del mes.
Bukele: fantasía de renovación en medio de la despolitización
Con su estrategia de la seguridad a rajatabla y a puño cerrado, y la introducción del bitcoin en su economía, Bukele ha logrado instalar una fantasía utópica disruptiva en una sociedad muy despolitizada, descreída y escéptica, y podría obtener seguramente dos mandatos más, opinan.
¿No cabe esperar que la sociedad salvadoreña se movilice contra el aumento del autoritarismo? La represión y la criminalización de la protesta no lo permiten, indican los analistas. Quien podría haber sido un contrapeso opositor, la abogada anticorrupción Ruth López, fue encarcelada por Bukele, así como otros activistas de derechos humanos y candidatos opositores. Y otros están en el exilio.
Los periodistas críticos son hostigados y perseguidos, y las fuerzas policiales del gobierno de Bukele vigilan y allanan sus domicilios para sembrar terror, resaltan. El trabajo periodístico es prácticamente imposible, y hay una fuga de intelectuales. Tampoco activistas por los derechos de las mujeres pueden seguir trabajando. “Nos estamos quedando sin oposición”, alertan.
Para los expertos, el “efecto Bukele” es un compilado de muchos referentes autocráticos actuales y pasados, de dictadores y de populistas, como Ortega en Nicaragua, anteriormente Chávez en Venezuela, e incluso Duterte en Filipinas.
Bukele ya ha dicho que quiere instalar el modelo de partido único, y un 42, 1% está de acuerdo con un tercer período presidencial suyo. Esto, en un ambiente donde no hay un respaldo de la comunidad internacional, dicen. Según los analistas, el papel de la Unión Europea, por caso, al reaccionar a la Ley de Agentes Extranjeros, que restringe el trabajo de la sociedad civil, ha sido muy pasivo.