El reciente caso de Luigi Mangione, acusado del asesinato de un alto ejecutivo en Pensilvania, puso de nuevo el foco las “armas fantasma” imposibles de rastrear. Mangione, arrestado tras el ataque, portaba una pistola y un silenciador fabricados con una impresora 3D y piezas de metal compradas en línea.
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La creciente disponibilidad y accesibilidad de armas impresas en 3D ha encendido alarmas entre las autoridades estadounidenses. Este fenómeno, que parecía una novedad tecnológica hace una década, ahora representa un desafío significativo para la seguridad pública y los métodos tradicionales de investigación criminal.
Autoridades en Estados Unidos encienden las alarmas por el uso de armas impresas 3D
La policía de Altoona confirmó que el arma utilizada no poseía número de serie, dificultando su rastreo. Este caso es un ejemplo claro de cómo las armas impresas en 3D están cambiando el panorama del crimen en Estados Unidos. Según expertos, la facilidad de acceso a impresoras 3D disponibles por menos de 300 dólares, representa un riesgo alarmante.
David Pucino, director legal del Giffords Law Center, advirtió que el uso de estas armas en tiroteos de alto perfil era cuestión de tiempo. Los datos reflejan un problema en rápido crecimiento, las armas fantasma recuperadas por las autoridades aumentaron de alrededor de 1,600 en 2017 a más de 25,000 en 2022, un incremento de casi 1,500%.
El caso de Mangione no es aislado. En años recientes, se han reportado incidentes similares que involucran armas impresas en 3D en ciudades como Nueva York, Detroit y Houston, donde incluso menores de edad han sido arrestados por fabricar estos dispositivos letales.
Las armas impresas 3D son el gran peligro del futuro según las autoridades
Además, la tecnología permite crear no solo armas de fuego, sino también silenciadores, granadas y mecanismos que convierten pistolas en ametralladoras automáticas. Las autoridades se enfrentan a un dilema complejo. La ausencia de leyes federales claras sobre las armas impresas en 3D permite que solo unos pocos estados, como California y Nueva York, regulen su fabricación.
Sin embargo, los expertos temen que las medidas actuales sean insuficientes. “Estamos creando armas imposibles de rastrear desde la comodidad de una habitación”, declaró Felipe Rodríguez, exdetective y profesor del John Jay College. Mientras tanto, grupos defensores del derecho a portar armas defienden la práctica como una “tradición estadounidense”, dificultando el avance de regulaciones más estrictas.