MADRID, 28 (EUROPA PRESS)
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Una nueva investigación muestra que la radiación solar impulsa el retroceso anual relativamente rápido del hielo marino alrededor de la Antártida al final de cada año.
En el hemisferio sur, la capa de hielo alrededor de la Antártida se expande gradualmente desde marzo hasta octubre. Durante este periodo, la superficie total de hielo se multiplica por 6 hasta ser mayor que la de Rusia. A continuación, el hielo marino retrocede a un ritmo más rápido, de forma más drástica alrededor de diciembre, cuando la Antártida experimenta una luz diurna constante.
La nueva investigación internacional dirigida por la Universidad de Washington, en Estados Unidos, explica por qué el hielo retrocede tan rápidamente: A diferencia de otros aspectos de su comportamiento, el hielo marino de la Antártida sólo sigue simples reglas de la física, según publican sus autores en la revista ‘Nature Geoscience’.
«A pesar de las desconcertantes tendencias a largo plazo y de las grandes variaciones interanuales del hielo marino antártico, el ciclo estacional es realmente consistente, mostrando siempre este rápido retroceso en relación con el lento crecimiento», señala en un comunicado la autora principal Lettie Roach, que realizó el estudio como investigadora postdoctoral en la UW y ahora es investigadora científica en la NASA y la Universidad de Columbia.
«Teniendo en cuenta lo complejo que es nuestro sistema climático, me sorprendió que el rápido retroceso estacional del hielo marino antártico pudiera explicarse con un mecanismo tan simple», añade.
Estudios anteriores exploraron si los patrones de viento o las aguas cálidas del océano podrían ser responsables de la asimetría en el ciclo estacional del hielo marino de la Antártida. Pero el nuevo estudio demuestra que, al igual que un día caluroso de verano alcanza sus máximas condiciones de chisporroteo a última hora de la tarde, un verano antártico alcanza su máximo poder de fusión en pleno verano, acelerando el calentamiento y la pérdida de hielo marino, con cambios más lentos en la temperatura y el hielo marino cuando el aporte solar es bajo durante el resto del año.
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Los investigadores estudiaron los modelos climáticos globales y descubrieron que reproducían el retroceso más rápido del hielo marino antártico. A continuación, construyeron un sencillo modelo basado en la física para demostrar que la razón es el patrón estacional de la radiación solar entrante.
En el Polo Norte, la capa de hielo del Ártico ha disminuido gradualmente desde la década de 1970 con el calentamiento global. Sin embargo, la cubierta de hielo de la Antártida ha oscilado en las últimas décadas. Los investigadores siguen trabajando para comprender el hielo marino alrededor del Polo Sur y representarlo mejor en los modelos climáticos.
«Creo que como solemos esperar que el hielo marino antártico sea desconcertante, los estudios anteriores suponían que el rápido retroceso estacional del hielo marino antártico también era inesperado, en contraste con el Ártico, donde las estaciones de avance y retroceso del hielo son más similares», apunta Roach.
«Nuestros resultados demuestran que el ciclo estacional del hielo marino antártico puede explicarse mediante una física muy sencilla –explica–. En cuanto al ciclo estacional, el hielo marino antártico se comporta como deberíamos esperar, y es el ciclo estacional del Ártico el que resulta más misterioso».
Los investigadores están estudiando ahora por qué el hielo marino del Ártico no sigue este patrón, sino que cada año crece ligeramente más rápido sobre el Océano Ártico de lo que se retira. Dado que la geografía de la Antártida es sencilla, con un continente polar rodeado de océanos, este aspecto de su hielo marino puede ser más sencillo, subraya Roach.
«Sabemos que el Océano Austral desempeña un papel importante en el clima de la Tierra. Ser capaces de explicar esta característica clave del hielo marino antártico que los libros de texto estándar han tenido mal, y mostrar que los modelos lo reproducen correctamente, es un paso hacia la comprensión de este sistema y la predicción de futuros cambios», añade la coautora Cecilia Bitz, profesora de ciencias atmosféricas de la UW.