A estas alturas del partido ya es conocido que el coronavirus dejará estragos en el mundo, no sólo en cuanto a la crisis sanitaria, sino que provocará otros conflictos colaterales.
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Las cifras son duras. En más de un año de lucha incesante contra el SARS-CoV-2 se suman más de 132.1 millones de contagios y se superan los 2.86 millones de fallecimientos alrededor del mundo, de acuerdo a la Universidad Johns Hopkins, que ha dado seguimiento al comportamiento de la pandemia.
Estos números se tienen que duplicar o triplicar, debido al sesgo que existe en el conteo. Las personas que no llegan al hospital, los que fallecen en casa, los que no cuentan con seguro médico, entre otras, aumentan de manera significativa las cifras oficiales.
Problemas colaterales
Pero eso es sólo el inicio. Las aristas son muchas. Los gastos que deben cubrir los seres cercanos para tratar de aliviar la salud de los contagiados o en los entierros si, desafortunadamente, llegan a perder la vida, es un problema que enfrentan miles de familias alrededor del orbe.
Hay muchos casos de personas que tienen que perder casi todo su patrimonio, cuando enferma uno o varios de sus parientes.
Prevé hasta 150 millones de nuevos pobres
Y aun así estamos hablando de conflictos actuales. La mala noticia es que, de acuerdo a Janet Yellen, secretaria del Tesoro de Estados Unidos, hay una posibilidad de que hasta 150 millones de personas caigan en la pobreza, como consecuencia de las crisis económicas causadas por el COVID-19.
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La funcionaria hizo un llamado a las potencias a incrementar los niveles de asistencia sanitaria y económica a las naciones en desarrollo. Llegó a tal grado de advertir que las campañas lentas de vacunación en estos lugares podrían significar una amenaza no sólo para su recuperación económica, sino para la de todo el mundo.
Yellen realizó estas declaraciones en Chicago, ante el Council of Global Affairs (Consejo de Asuntos Globales, por sus siglas en inglés), donde fundamentó sus argumentos con la escándalosa cifra de 150 millones de nuevos pobres, debido a la pandemia del COVID-19.
“Esto representaría una profunda tragedia económica para esos países y deberíamos preocuparnos por ellos; pero eso es obvio. Lo que es menos obvio -pero no por ello menos cierto- es que esa divergencia (entre la velocidad con la que los países están inoculando a su población) también sería un problema para Estados Unidos”, puntualizó.
“Nuestra tarea principal, claramente, debe ser detener al virus asegurándonos de que vacunas, terapias y testeos tengan el mayor nivel de disponibilidad posible”, continuó.
Grandes diferencias
Y es que de acuerdo a estadísticas de sitios especializados en el monitoreo de la producción, distribución y aplicación de las diferentes vacunas a nivel mundial, muchos países apenas lograrían llegar a cubrir ampliar partes de su población en dos o tres años.
Los grandes contrastes se observen al tomar en cuenta que Estados Unidos puede cubrir 75 por ciento de sus ciudadanos, al ritmo actual de inoculación, en los próximos tres meses; Reino Unido, en tanto, lo haría en cinco meses, y el total de la Unión Europea llegaría a la meta en un año.
Pero algunas medidas que podrían ayudar a los países en desarrollo se encuentran barreras impuestas por las potencias.
De hecho, la administración de Joe Biden aún se resiste a levantar las restricciones de propiedad intelectual, que permitirían una mayor producción de inoculaciones alrededor del orbe.
Una iniciativa similar presentada por India y Sudáfrica a la Organización Mundial de Comercio fue rechazada por el país de las barras y las estrellas, Reino Unido y la Unión Europea, que sostuvieron que se puede atentar contra el desarrollo de la industria farmacéutica.
«Es grotesco»
La decisión fue calificada como grotesca por el director de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus.
“En enero declaré que el mundo estaba al borde de un catastrófico fracaso moral, si no se adoptaban medidas urgentes para garantizar una distribución justa de las vacunas anticovid. Tenemos los medios para evitar este fracaso, pero es sorprendente lo poco que se ha hecho para evitarlo.
“La brecha entre el número de vacunas administradas en países ricos y las aplicadas a través de COVAX (el mecanismo de la OMS para abastecer a países pobres) sigue creciendo, y se está tornando más grotesca cada día”, dijo a finales del mes pasado.