“En la moto aprendí la magia del desierto”

Jeremías Israel, motociclista profesional, le cuenta a Metro cómo viajar le enseñó a valorar el entorno.

Jeremías Israel 

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Gracias a mi pasión por las motos y por hacer de mi hobby mi trabajo y estilo de vida, tuve la oportunidad de recorrer lugares, conocer culturas, compartir con personas de religiones diferentes, costumbres y esperanzas de vida distintas.

Dentro de esto, sin duda el rally Dakar es un evento que tiene la cualidad de atraer a masas de fanáticos a una aventura que no tiene ninguna garantía. Donde se conoce la magia del desierto y la fuerza que te atrae a volver una y otra vez.  Preparando mi temporada para enfrentar el segundo Dakar en 2014 y con toda la motivación de haber tenido chispazos brillantes en mi primera experiencia, tuve el gran honor de ser el embajador de una campaña de la Policía de Investigaciones de Chile para generar conciencia sobre la preservación del patrimonio en el paso de la carrera por el territorio chileno.

 

Lo raro de todo esto era que ya llevaba más de un año metido en el desierto por días y semanas, cada mes, entrenando y preparándome, pero nunca había tenido la oportunidad de ver en persona el patrimonio de la humanidad que tenemos en el norte de mi país.  Los geoglifos pintados, las salitreras que te llevan al pasado y la energía que tienen estos lugares se siente al recorrerlos. Siempre tuve el cuidado de recoger la basura que generaba, no destruir la fauna y flora por la simple razón de que la encuentro hermosa. Pero esta experiencia a la que me llevó el ser piloto de Dakar en el cuidado y preservación del patrimonio, me llevó a una nueva dimensión.

Ahí comprendí la importancia que los organizadores ponen en el cuidado al hacer las rutas, desde el simple uso de cobertores para el suelo cuando se carga combustible, la demarcación de lugares y la modificación de las rutas cuando se encontró arqueología o patrimonio.  En Islandia, donde impartí unos cursos de manejo en 2016, también tuve la sorpresa de ver y conocer que en cada pueblo tienen una pista de motocross, financiada por el Estado.

 

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Esto para darle la oportunidad a los fanáticos de hacer su deporte y no salir a las montañas hasta que el terreno este más seco y sólido después de los deshielos. Es un gran ejemplo de cómo se puede cuidar el entorno y promover el deporte al mismo de forma conjunta.   Volveré a Islandia este año, espero seguir aprendiendo de esta cultura, siempre gracias a mi camino sobre la moto.

Y lo digo porque los pilotos de rally somos muy parecidos a los viajeros, tenemos la oportunidad de conocer lugares increíbles y si a ello podemos poner una cuota de nuestra parte para preservarlos y hacer lo más sustentable nuestras aventuras, la experiencia puede ser como la que pude vivir en el Dakar, aprendiendo la magia del desierto.

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