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Fútbol en las cárceles mexicanas: melancolía, pasión y “libertad”

Con el fútbol como pretexto, los presos de las cárceles de la CDMX se entregan a tope en partidos que llegan a durar hasta 100 minutos. ¿Cansancio? Eso se olvida con el balón en los pies. Es su forma de sentir un poco de libertad.

Con el fútbol como pretexto, los presos se entregan a tope en partidos que llegan a durar hasta 100 minutos. ¿Cansancio? Eso se olvida con el balón en los pies. Es su forma de sentir un poco de libertad, olvidar las largas condenas, las cuatro paredes, el poco espacio que cuentan para vivir y, por qué no, imaginar que juegan ante miles de personas y sentirse amados e ídolos.

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El fútbol en la cárcel: pasíon, melancolía y libertad

Esta es la historia de reclusorios, como el Norte y Oriente de la Ciudad de México, que celebran partidos entre los internos ante externos invitados. La libertad está en un balón… al menos por un rato.

“Es una forma de distraerte. De imaginar por un momento que los que te gritan no son los presos o custodios, sino la gente de un estadio. Espero siempre los días de entrenamientos (lunes, miércoles y viernes), pero más los de partidos, es como si estuviera afuera”, dijo Carlos Magallón, a quien apodan el “Jalisco” en el Reclusorio Norte, debido a su lugar de nacimiento, en charla exclusiva.

Con lágrimas en los ojos, el chico de apenas 22 años que marcó un doblete en el día de partido ante los externos recuerda que estuvo cerca de llegar a Primera División, pero no lo hizo por estar en malos pasos.

“Tenía todo para llegar, jugué en las inferiores de Atlas, pero me no me gustaba entrenar; un día un tipo me dio mil pesos por llevar un pedido, y así crecí en ese negocio hasta que fui a Perú por cocaína y de regreso ya me esperaban las autoridades”, confiesa sobre su detención

El “Jalisco”, que más de una vez preguntó en dónde saldría el reportaje para que lo leyera su madre y que aún espera tres años de prisión, cerró con una frase que alguna vez le dijo un entrenador: “Siempre juega y entrena como si no tuvieras que hacer algo más”, “mira a donde vine a parar”, dijo.

Así es el fútbol en las cárceles de la CDMX

 

Fiesta, show y «amenazas» a los visitantes

El ambiente para los visitantes es tenso. El día de partidos contra equipos de fuera es día de fiesta, la mayoría de los visitantes son jugadores pagados o exprofesionales (talacheros). Los reos hacen todo lo posible para recrear lo que sucede en un estadio de fútbol o, por lo menos, en una Final de un torneo llanero de importancia.

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Cuando la visita entra a la cancha, donde ya los esperan sus adversarios y las tribunas repletas con hombres con las caras pintadas, reciben chiflidos, abucheos y algunos insultos. Aunque al final les dirán que todo es parte del show, la tensión está presente.

En la selección del Reclusorio Norte se encuentran presentes los presos del Módulo, quienes están encerrados en un nivel de Máxima Seguridad.

“Carnal, para mí, jugar es sentir el aire fresco, porque son los únicos momentos cuando puedes salir. Sólo subimos y salimos del sótano una vez a la semana… Allá abajo no puedes hacer nada, las reglas son: no corro, no grito y no empujo”, dijo Giovani “Cepillo” Calderón, uno de los delanteros más temidos del selectivo.

Al final, hay fiesta. La Selección del Reclusorio Norte venció 6-1 a los externos y celebraron como si hubieran ganado un torneo regional, nacional o internacional. Todos se abrazan.

Eso sí, no faltaron las amenazas como parte del “juego” a los rivales. “Déjense caer, ustedes sólo vienen a cobrar y a pasear; nosotros tenemos que ganar porque si no nos van a castigar… Si no se dejan caer, van a aguantar los chingadazos”, le dijo el “Cepillo” al capitán del equipo contrario al inicio del partido.

Así es el fútbol en las cárceles de la CDMX

Al término del encuentro se vive un momento de tensión y expectativa. Los jugadores invitados y el equipo local comparten los alimentos, que se reparten sólo a jugadores, mientras que el resto de la población en la cancha se abalanza por algunas monedas y billetes que lanzan los visitantes y directivos.

Justo ahí se ven las clases sociales dentro de la cárcel. Mientras unos comen y beben sin problemas, otros se pelean y pasan encima los unos de los otros por unas monedas.

“Aquí todo te cuesta hermano. Cuídense, disfruten la vida y vayan por la derecha porque aquí todo es más difícil”, le platica un interno a uno de los jugadores del equipo visitante, mientras beben su refresco.

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