Una de las dudas que, durante años, ha tenido gran parte de la sociedad es el momento en el que comienza la vejez.
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A muchos les da miedo comenzar a dejar en el pasado sus años de juventud, y empezar a batallar con problemas, como las arrugas, dolores, enfermedades, problemas físicos y calvicie, por mencionar algunos.
Aunque es claro que los cambios en el físico y en el interior varían mucho de persona a persona, de acuerdo a su genética y su forma de vida, algunos estudios llegaron a la conclusión de que hay tres fechas específicas para envejecer.
Las investigaciones científicas sostienen que no hay una edad precisa en la que se pueda decir que comienza el envejecimiento.
Sin embargo, algunos estudios científicos sugieren que los primeros signos notorios de cambios son a los 34 años, los 60 y los 78.
Y es que, a nivel celular, el envejecimiento se encuentra relacionado con una gran variedad de modificaciones que ocurren a medida que las células se dividen y replican.
Un proceso llamado senescencia celular comienza a manifestarse gradualmente, lo que significa que las células pierden su capacidad para dividirse y regenerarse de manera eficiente.
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Como consecuencia, hay una disminución de la función de los tejidos y órganos, a medida que envejecemos.
Físicamente, el envejecimiento afecta diferentes sistemas del cuerpo humano. Por ejemplo, a medida que envejecemos, la elasticidad de la piel disminuye, lo que provoca flacidez y arrugas. Además, los huesos se vuelven más frágiles y pierden densidad, lo que aumenta el peligro de la osteoporosis.
Por si fuera poco, la capacidad pulmonar disminuye, la visión puede deteriorarse y la audición se ve afectada.
El envejecimiento también puede tener un impacto en la función cognitiva. Y es que, a medida que nos hacemos más grandes, algunos pueden experimentar una disminución en ciertas habilidades cognitivas, como la memoria y la velocidad de procesamiento de la información.
Lo cierto es que el envejecimiento no es un proceso lineal y uniforme para todas las personas. Los factores individuales y el estilo de vida pueden afectar en gran medida.
Algunas variables son los hábitos saludables, como una dieta equilibrada, ejercicio regular, sueño adecuado, así como el consumo excesivo de alcohol y tabaco.
