Estilo de Vida

¿Por qué el efecto de las críticas dura más que el de los elogios?

Este hecho se debe a un fenómeno llamando sesgo de negatividad.

Las críticas nos afectan enormemente. Foto: bing.com/images.

De acuerdo al portal BBC News Mundo, “mientras las lesiones físicas pueden tardar semanas en sanar, los comentarios negativos pueden dejarnos cicatrices de por vida. Ya sea que se trate de una crítica relajada por un maestro en la escuela o de un comentario cruel lanzado en el fragor de una discusión con un amigo o un amante, tendemos a recordar las críticas mucho mejor que los comentarios positivos. Y esto se debe a un fenómeno llamado sesgo de negatividad”.

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De hecho, toda una serie de efectos complejos pueden explicarse por este sesgo, que es la tendencia universal a que las emociones negativas nos afecten con más fuerza que las positivas.

Según Roy Baumeister, psicólogo social de la Universidad de Queensland y coautor de “El poder de lo malo y cómo superarlo” (The Power of Bad: And How to Overcome It), dicho sesgo hace que prestemos especial atención a las amenazas y exageremos los peligros.

Los sistemas de alertas

Tres sistema de alerta. Foto: bing.com/images.

Mientras que centrarse en el lado más oscuro del mundo que nos rodea puede parecer una perspectiva deprimente, ha ayudado a los humanos a superarlo todo, desde desastres naturales hasta plagas y guerras, al estar mejor preparados para enfrentarlos (aunque hay evidencia de que el optimismo también puede ayudar a protegernos del estrés de situaciones extremas).

Y tiene tres sistemas de alerta para hacer frente a nuevos peligros.

  1. Está el antiguo sistema de ganglios basales que controla nuestra respuesta de lucha o huida.
  2. El sistema límbico que desencadena emociones en respuesta a las amenazas para ayudarnos a comprender los peligros.
  3. Y la corteza prefrontal más moderna, que nos permite pensar lógicamente frente a las amenazas.

“Nuestros antepasados que tenían ese sesgo [negativo] tenían más probabilidades de sobrevivir”, dice Baumeister.

Los humanos están programados para buscar amenazas y, con solo ocho meses, los bebés se girarán con más urgencia para mirar una imagen de una serpiente que una rana más amigable.

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