El fin de una era con acento británico para el tenis. Wimbledon, ese lugar donde el césped es sagrado, los códigos de vestimenta parecen salidos de una novela de Jane Austen y los tenistas se convierten en leyendas, acaba de dar un giro tecnológico que habría escandalizado a más de un purista: los jueces de línea han sido eliminados por completo.
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En su reemplazo, un sistema de llamada electrónica basado en visión computarizada y machine learning dicta con precisión robótica cada “Out”, “Fault” o “Let”. Sí, la inteligencia artificial ha llegado a la catedral del tenis, y lo ha hecho para quedarse.
¿Por qué el tradicional torneo optó por la tecnología?
El movimiento no fue abrupto, sino una evolución. Desde la pandemia, Wimbledon comenzó a experimentar con sistemas de revisión automática en algunas canchas, pero 2025 marcó el punto de no retorno: ya no hay personas a los costados de la cancha señalando con el dedo hacia afuera o reclamando con voz firme un mal bote. En su lugar, cámaras de alta velocidad analizan cada movimiento de la pelota en tiempo real, proyectando imágenes 3D para una verificación inmediata.
Lo más irónico: los mismos británicos que se aferraron por décadas al blanco total en la indumentaria y al uso de “Miss” y “Mister” en los anuncios, ahora se rinden sin chistar ante un algoritmo. ¿Tradición? Sí. Pero más fuerte es el deseo de no equivocarse en una final de Grand Slam.
Cómo funciona el sistema que ve mejor que los humanos
El sistema utilizado por Wimbledon 2025 no es el clásico Hawk-Eye que los fanáticos del tenis conocen desde hace años. Es una evolución potenciada con visión por computadora, IA generativa y sensores de presión, capaz de determinar la posición de la pelota con un margen de error inferior a 3 milímetros.
En cada cancha del All England Club se han instalado 12 cámaras de seguimiento sincronizadas a 1200 cuadros por segundo, capaces de detectar no solo el punto exacto donde impacta la pelota, sino también su deformación, rotación y velocidad angular. ¿La razón? A ese nivel, una pelota puede aplastarse lo suficiente como para “tocar” línea aun cuando visualmente parezca fuera. La IA considera esos factores y reproduce en vivo una animación 3D instantánea que se proyecta en pantalla apenas el jugador desafía el punto.
Los tenistas ya no levantan la mano para pedir revisión: el sistema es automático e inapelable. Y lo más llamativo: la IA tiene una voz propia. Literalmente. Wimbledon permitió que una voz sintética británica, afinada por un modelo de voz de Google DeepMind, diga cada “Out” y “Fault” con la entonación justa para que nadie extrañe al juez tradicional.
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Reacciones: entre la nostalgia y la precisión quirúrgica
La decisión dividió a jugadores y fanáticos. Novak Djokovic, siempre crítico con la tecnificación excesiva del deporte, comentó que “se pierde una parte humana del tenis, ese error ocasional que lo hace más real”. En cambio, jóvenes como Coco Gauff celebraron la medida: “Si la tecnología puede hacer el deporte más justo, bienvenida sea”, dijo la tenista estadounidense.
Pero lo cierto es que la precisión es innegable: en todo el torneo, no se ha reportado ni un solo fallo erróneo confirmado por el sistema, ni una apelación procedente. Es decir, por muy cruel que suene, los jueces humanos... sobraban.
¿Qué se viene? Drones, jueces de silla virtuales y estadios inteligentes
La implementación de sistemas automatizados en Wimbledon podría ser solo la punta del iceberg. Expertos en deporte y tecnología prevén un futuro no muy lejano donde los jueces de silla sean también IA, capaces de detectar actitudes antideportivas, coaching ilegal o incluso microlesiones musculares basadas en patrones de movimiento.
Se habla también de estadios inteligentes que ajustan la iluminación, temperatura y humedad en tiempo real según la estrategia de juego, o de drones asistentes para detectar toques en red o impactos fuera del ángulo visual de las cámaras actuales.
Wimbledon ya demostró que incluso los templos más ortodoxos pueden adaptarse. Si eso pasa en el césped sagrado, el resto de los deportes tienen pocas excusas para quedarse atrás.