Ya pasó más de una semana del inicio de los incendios forestales de la Región de Valparaíso que empezaron en terrenos forestales y luego pasaron a zonas urbanas, causando más de cien fallecidos, muchos desaparecidos, millonarias pérdidas económicas y afectación en miles de viviendas.
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Y junto con el inicio de la reconstrucción, también hay que centrarse en un aspecto clave: la salud mental de los damnificados.
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Es que claramente cualquier siniestro, y más aún uno tan grande como el último, deja profundas y negativas huellas en quienes se ven afectados por una tragedia de estas dimensiones.
Por eso el Ministerio de Salud anunció el refuerzo de medidas relativas a la salud mental de los damnificados, por medio de duplas psicosociales compuestas por psicólogos y trabajadores sociales, que llegarán a 23 y están capacitadas para entregar acciones de primera ayuda psicológica y hacer intervenciones psicológicas y sociales dirigidas al acompañamiento de familiares y cercanos de personas fallecidas y heridas.
Y en la zona afectada también fueron desplegados tres equipos de salud mental con formación especial en este tipo de situaciones, profesionales expertos en respuestas en emergencias y en desastres.
La ministra (s) de Salud, Andrea Albagli, indicó que este trabajo será complementado “gracias al trabajo y la colaboración con el intersector de la sociedad civil, lo que implica sumar a voluntarios de universidades y colegios profesionales que se encuentran reforzando el trabajo en albergues, fundamentalmente en horario vespertino”.
VOCES EXPERTAS
La psicóloga y académica de la Universidad Andrés Bello sede Concepción, María José Millán, reseña que “se estima que cerca del 15% de las personas afectadas por catástrofes, como los incendios que enfrentó la Región de Valparaíso, pueden desarrollar síntomas que requieran tratamiento especializado”.
“Y tales señales pueden aparecer en quienes aquellas que han sufrido pérdidas humanas o materiales y también en los equipos de primera respuesta, como Bomberos, Carabineros y brigadistas”.
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Según la especialista, “es clave brindar especial cuidado a las personas más vulnerables, particularmente a niños y ancianos, cubriendo sus primeras necesidades en albergues, en centros de apoyo y a nivel familiar, entregando acompañamiento, escuchándolos y conociendo sus necesidades. Hay que conectarlos con sus redes, ofrecer contención sin forzar a las personas y brindar los primeros auxilios psicológicos”.
En cuanto a la gestión de la angustia emocional, se aconseja dar tiempo para adaptarse, buscar apoyo profesional si es necesario y tomar pausas de la información mediática.
También hay que establecer o reestablecer rutinas, mantener la perspectiva y evitar decisiones importantes, junto a participar en comportamientos saludables, evitar el consumo de alcohol y drogas, y practicar técnicas de relajación.
Y Viviana Tartakowsky, directora de la Escuela de Psicología de la Universidad Bernardo O’Higgins, agrega que “es importante validar las emociones que esta dura situación conlleva, por lo que incluso es positivo llorar colectivamente, que no sea aislado, y dejarse sostener también, porque la negación impide elaborar los procesos de trauma”.
La académica explica que “hay que cuidar la salud física e instalarse en lugares seguros, y luego de eso también hay que hacerse cargo de la emocionalidad. Y lo primero en ese sentido es lo que se llama “primeros auxilios psicológicos”, o sea, lo que tiene que ver con la contención y con la validación de la experiencia, que pueden ser efectuados por profesionales de distintas áreas, como enfermeros, médicos o profesores”.
“Por ejemplo, hay personas que quedan en shock y muy desorientadas, e incluso no saben cómo se llaman. Esas reacciones son muy usuales y requieren aterrizar a los afectados, sobre todo los que están a cargo de niñas, niños y adolescentes, pues es muy importante que primero se cuiden a sí mismos”.
De acuerdo a Viviana Tartakowsky, “hay que mostrarle a la gente que está bien llorar, ojalá en grupo, y decirles que lo que ha pasado es terrible y que no hay que negarlo. Después hay que acompañarlos, pues probablemente aparezcan síntomas de estrés postraumático”.
OJO CON LOS MENORES
La subsecretaria de Educación Parvularia, Claudia Lagos, se refiere a lo que se debe hacer para atender a los menores afectados por los últimos siniestros.
“Los niños y las niñas tienen distintas formas de reaccionar en situaciones de crisis, por eso hay que estar atentos a señales emocionales, conductuales y fisiológicas”.
“Es posible observar tendencia al llanto; desborde emocionales, a través de gritos, llanto, amenazas y/o golpes; irritabilidad; desconexión emocional, y miedo a la oscuridad, a los ruidos fuertes o a estar solos o solas. También puede haber conductas demandantes frente a adultos significativos, impulsividad, estados erráticos, sobreactivación y aislamiento”, señala la autoridad.
La representante del Mineduc añade que “los efectos fisiológicos más visibles son las dificultades para dormir, con pesadillas o insomnio, falta de apetito, dolores corporales, cansancio y enuresis (orinar involuntariamente). También es factible que se presenten efectos a nivel cognitivo, cómo dificultades de concentración, confusión y dificultad para encontrar soluciones”.
Sobre las recomendaciones para disminuir tales efectos, la subsecretaria Claudia Lagos reseña que “es importante abrazar, acoger y mantenerse físicamente cerca de los menores. Esto significa estar disponible en lo físico y en lo emocional, respetando los tiempos que requieran. Es clave observar y brindar seguridad y calma”.
La autoridad agrega que “es vital validar en todo momento lo que piensan y sienten. También se puede favorecer que cuenten sus experiencias, evitando apresurarse a intervenir y escuchando con paciencia lo que tengan que decir. Es importante no interrumpirles, durante su relato. Si lo necesitan debido a crisis o angustias, en la medida de lo posible hay que darles un espacio aparte del grupo para escucharlos con mayor profundidad”.
Claudia Lagos dice que “si hay niños o niñas que preguntan o necesitan más información, hay que compartirla en palabras sencillas. Las respuestas de los adultos deben intentar calmar y no generar más angustias o incertidumbre. No debemos mentirles a los menores ni asociar la causa del incendio a explicaciones supersticiosas que pueden generar más ansiedad”.